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Tiempo de confiar, por Nelly Pérez

Este sermón pertenece a una compilación de historias, semones, poemas y otras formas expresión de mujeres predicadoras en temas relacionados a COVID-19 o sufrimiento.


Como humanidad estamos viviendo tiempos muy difíciles. Por primera vez en nuestra existencia nos enfrentamos a un enemigo común que ha llegado a todos los lugares del planeta. En ningún lugar podemos estar seguros. Ni podemos sentirnos tranquilos de estar cerca de las personas que amamos. Esta situación nos está enloqueciendo. Estamos ansiosos, preocupados, angustiados, deprimidos, con mucho temor. El aislamiento nos resulta extenuante. Tenemos miedo por nuestra salud y por las consecuencias económicas que esta recesión pueda traernos. Si hay algo que no caracteriza a nuestro tiempo y a nuestra sociedad es la tranquilidad. Pasamos nuestros días intentando distraernos con algún hobby o viendo películas, leyendo libros, escuchando música. No sabemos qué hacer. Pareciera que nadie está exento a esta enfermedad de angustia y locura que nos afecta a todos. Pero, ¿nadie está exento? Los invito a ver algunas fotos.



¿Qué les transmiten estas fotos?


Los invito a leer el Salmo 131 (NVI)

Cántico de los peregrinos. De David.

1 SEÑOR, mi corazón no es orgulloso, ni son altivos mis ojos; no busco grandezas desmedidas, ni proezas que excedan a mis fuerzas. 2 Todo lo contrario: he calmado y aquietado mis ansias. Soy como un niño recién amamantado en el regazo de su madre. ¡Mi alma es como un niño recién amamantado! 3 Israel, pon tu esperanza en el SEÑOR desde ahora y para siempre.


INTRODUCCIÓN

El libro de los Salmos es un libro de oraciones, canciones, que fueron compuestas por varios autores y, muchos años más tarde, fueron recopiladas en un solo libro. Por ser escritos en género poético, evidencian las emociones de los seres humanos. A través de imágenes nos transmiten sensaciones, pensamientos, creencias. Ha sido un libro que ha inspirado a las personas de fe durante toda la historia.

El Salmo 131 integra un bloque de quince salmos (120-134) que recibe el nombre de Salmos de las subidas o de los peregrinos. Eran las canciones que entonaban los judíos que viajaban a Jerusalén para las fiestas sagradas. Venían desde todas partes e iban haciendo un camino de ascenso hasta llegar al Templo. Estos salmos pueden agruparse en pequeños bloques de tres salmos que, de alguna manera, están relacionados. En este caso, la tríada comprendería los salmos 129-13.

En el Salmo 129 se recuerda un tiempo de mucha angustia y sufrimiento injusto. Veamos un fragmento del mismo.

1 Mucho me han angustiado desde mi juventud —que lo repita ahora Israel—, 2 mucho me han angustiado desde mi juventud, pero no han logrado vencerme. 3 Sobre la espalda me pasaron el arado, abriéndome en ella profundos surcos. 4 Pero el SEÑOR, que es justo, me libró de las ataduras de los impíos.

En el Salmo 130 vemos el clamor de alguien que no tiene salida. Leemos algunos versículos.

1 A ti, SEÑOR, elevo mi clamor desde las profundidades del abismo. 2 Escucha, Señor, mi voz. Estén atentos tus oídos a mi voz suplicante. (...) 6 Espero al Señor con toda el alma, más que los centinelas la mañana. Como esperan los centinelas la mañana, 7 así tú, Israel, espera al SEÑOR. Porque en él hay amor inagotable; en él hay plena redención.

Por lo que vemos en los salmos anteriores al 131, pareciera que los peregrinos a Jerusalén, en estos momentos del viaje, cansados, extenuados, tal vez con conflictos de convivencia, hambrientos, sedientos, reconocen sus angustias.


En el Salmo 129 recuerdan las angustias que vienen sufriendo desde hace años. Es tal el sufrimiento que la sensación que expresan es como si les hubieran pasado el arado por la espalda dejándoles profundos surcos. Aún quedan cicatrices. Pero el Señor les libró del lazo. Se habían sentido maniatados por la espalda, imposibles de liberarse, pero finalmente el Señor rompió los lazos que los aprisionaban y pudieron escapar de esa situación angustiosa y humillante.


En el Salmo 130, los peregrinos expresan que se sentían como si estuvieran en un pozo, en un abismo, el mundo se les había venido abajo, pero esperaron en el Señor y él vino a ellos con su amor inagotable y los libró de ese momento de muerte. En ambos poemas se enfatiza que, a pesar de esa angustia, el Señor los libró.


DESARROLLO


Consideremos ahora el Salmo 131. El primer dato que encontramos es que el autor fue David. Este poema presenta dos coplas y una sentencia final. En la primera copla o estrofa el salmista afirma cuatro veces su falta de ambición o deseos exagerados. Podríamos decir que lo expresa en forma negativa.

  • Primero dice que su corazón no es orgulloso: Es decir que no piensa o desea cosas desde la soberbia. Es alguien que se conoce a sí mismo y sus intenciones.

  • Ni son altivos sus ojos: no percibe la realidad creyéndose superior a los demás, o imaginándose que se merece más que los demás, concibiéndose como el centro del universo.

  • No va tras cosas demasiado grandes: no busca, no persigue, no anda… Indirectamente imaginamos que hace referencia a los pies. Es alguien que no persigue grandezas ni gloria.

  • Ni proezas que estén más allá de sus fuerzas: y pensamos en sus brazos capaces de accionar, de hacer cosas.

Esta estrofa destaca que ni el corazón, ni los ojos, ni los pies, ni los brazos –es decir, ni el pensamiento, ni la visión, ni la búsqueda, ni la acción- están gobernadas por el orgullo o soberbia, ni por la ambición.


El salmista deja en claro la condición desde donde se sitúa, desde donde habla con Dios. Reconoce que su petición, todo eso que lo aflige, no es algo demasiado exagerado, demasiado fuera de lugar. Aunque el poema no lo expresa, es obvio que algo lo preocupa, algo lo incomoda. Sus peticiones, sus angustias, son originadas por deseos sinceros, por sentimientos genuinos, por algún sueño o vocación que lo moviliza, por alguna situación agobiante. Pero no es desde la ambición egoísta.


Al leerlo encontramos una pausa entre una estrofa y otra. Esta pausa pareciera evidenciar que hay un lapso de tiempo en el que la persona que ora, que expone su angustia ante el Señor, quedara en silencio, reflexionara. Ya dijo todo, ya entregó todo. Ha vaciado su corazón, toda su angustia en los brazos del Señor que lo entiende, que lo ama, que lo acepta, que lo hace sentir seguro.


Y, desde esa sensación placentera de sentirse profundamente amado, puede exclamar lo que sigue:


Segunda estrofa: Me siento como un bebé satisfecho. Un bebé que ya no necesita nada. Un bebé que ha sido amamantado, y ya todos sus problemas han sido resueltos. ¿Qué más puede ambicionar? Mamá le dio todo lo que realmente necesitaba. Y en los brazos de mamá se terminan los problemas o, mejor dicho, los problemas se perciben desde otra perspectiva.


¡Qué imagen tan fuerte! Creo que el autor de este salmo, el rey David, usó la imagen más impactante que podría haber obtenido a través de toda su experiencia de vida. ¿Qué otra figura podría haber usado que nos afecte más que la sensación de inocencia, pureza, tranquilidad, paz, plenitud que la que irradia un bebé que se ha quedado satisfecho, seguro, amado, en los brazos de mamá, que hasta a veces se sonríe dormido? Cuando veo los bebés pequeños que se sonríen dormidos pienso en qué sensación tendrán que los lleva a realizar ese gesto. ¿Será que la sensación de bienestar, el recuerdo de la sonrisa o de la voz de la mamá, les vuelve a generar ese acto reflejo placentero que los hace sonreír?


Y para no dejarnos ninguna duda de esa sensación es que el poeta lo expresa dos veces. Primero habla en primera persona:

Soy como un bebé recién amamantado.

Y luego es como si se contemplara desde afuera, como si desde el exterior a su ser viera a su propia alma. Como si su alma se personificara.

¡Mi alma es como un niño recién amamantado!

Y sí, en efecto, todo su ser está como un bebé recién amamantado. Al encontrarse en los brazos de Dios y poder verse a sí mismo cómo es, poder ver la realidad desde otra perspectiva, viendo más allá que su entorno inmediato, ha alcanzado la tranquilidad y el equilibrio en la vida. Su corazón tiene paz. Su mente está tranquila. Su cuerpo ha encontrado la serenidad.


Sentencia final. Luego de una pausa, el salmista expresa un llamado a todos los que le acompañan, a todo el pueblo. Es un llamado a poner toda la esperanza en el Señor, ahora y siempre. Un llamado a recordar que en los brazos de Dios siempre encontrarán seguridad, paz, esperanza. Empezó mirándose a sí mismo y ahora piensa en su pueblo.


No conocemos bajo qué circunstancias de su vida David habrá compuesto esta canción. Pero, al leer sobre su vida tan activa desde joven, podemos imaginarnos que seguramente no fue en un momento en que lo estaban abanicando en su palacio mientras bebía su vino preferido.


Hay otros dos salmos que compuso David donde también hace referencia a que él duerme

tranquilo porque el Señor es quien le permite tener paz. Estos salmos son el Salmo 3:5 y el 4:8.


En ambos se presenta a David en situaciones muy difíciles. En el Salmo 3 se dice explícitamente que David lo compuso cuando su propio hijo, Absalón, lo perseguía para derrotarlo y arrebatarle el trono. Sin embargo, a pesar de su dolor y su angustia, él puede exclamar que se acuesta, se duerme y despierta porque el Señor lo sostiene.


En 2 Samuel 15:13 el escritor sagrado comienza a relatarnos (a lo largo de varios capítulos) una historia de alta traición que este hijo comete contra su padre. Conspira contra él, pone al pueblo en contra suyo, trama un plan perverso para derrotar al rey y así usurpar el trono, lo ridiculiza ante la vista de toda la ciudad. En esa circunstancia es que el salmista se atreve a componer el Salmo 3 donde también expresa que puede dormir confiado en el Señor.


Por esto me animo a pensar que cuando compone este Salmo 131 David no está en un momento de placenteras vacaciones en la playa. Sin duda que hay problemas que le preocupan, que bien podrían quitarle el sueño para dedicarse a planear estrategias defensivas. Pero, más allá de todo lo que le rodea, él puede relajarse en los brazos de Dios como un bebé totalmente confiado e indefenso, sin una pizca de orgullo ni ambición. Puede descansar sabiendo que el Señor tiene el control de toda la situación por más grave y desesperante que sea.


Conexión con el Nuevo Testamento


Pocas horas o minutos antes de que Jesús fuera apresado, sabiendo todo lo que le esperaba a él y a sus seguidores, ya habiéndoles anunciado que se iba, en un largo discurso de despedida que nos transmite el apóstol Juan, el Maestro les habla repetidas veces de paz. Si hubo un momento en la vida de Jesús donde hablar de paz estaba fuera de lugar, era este. Pero en ese momento tan oscuro, tan injusto, tan sin sentido, donde tendría que enfrentarse a las mismas fuerzas demoníacas, donde tendría que cargar con el pecado de la humanidad, él les dice a los suyos: Juan 14:1, 27; 16.33 (NTV):

“No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí… Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo… Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo.”

APLICACIÓN

Lo que expresa este Salmo es totalmente opuesto a lo que siente y piensa toda la humanidad en estos días. En la televisión e Internet lo único que escuchamos es de los estragos que el COVID-19 está causando en todo el planeta. Día tras día leemos sobre la cantidad de infectados y muertos como si fueran los resultados de algún juego donde uno de los competidores va acumulando puntos de manera vertiginosa.


Por otro lado, nos angustian las consecuencias económicas que esta tragedia nos va a traer a todos, aunque para la mayoría de la población mundial va a ser más difícil de sobrellevar que para otros. Este poema nos invita a ponernos en lugar del salmista. Lo que nos angustia no es no poder adquirir un automóvil último modelo o ascender en un puesto laboral por encima de otros. Sino que nace de una angustia visceral, algo de vida o muerte, a pesar de la cual todavía se puede confiar y descansar.


Ser cristiano no significa que vamos a tener una vida exenta de problemas, dificultades, tristezas, dudas, miedos. También nos podemos enfermar, perder seres queridos o la vida misma. También podemos pasar por serias dificultades para conseguir el sustento diario, una vivienda digna, educación para nuestros hijos. Es muy probable que como comunidad de fe estemos atravesando por situaciones que nos quitan la paz, alteran nuestras relaciones, o nos angustia desconocer cómo discipular a la gente con la cual no podemos tener contacto físico y tal vez tampoco de manera virtual.


Hoy más que nunca pareciera que necesitamos un tiempo en que podamos relajarnos, aquietarnos. Aún en medio de esta pandemia inédita para nosotros, en medio de las horas más oscuras, podemos acercarnos a nuestro Dios, acurrucarnos en sus brazos, sentirnos bebés totalmente indefensos, y experimentar ese amor que carga con nuestras angustias, que nos acepta, nos fortalece, nos pone de pie.


Seguramente todos tenemos cargas, angustias, situaciones que nos asfixian; o pensamos que no podemos más, que lo que nos pasa es injusto, o que lo que tendremos que enfrentar mañana nos llena de ansiedad. Tal vez estamos enfermos o tenemos miedo de contagiarnos. Tal vez seamos personas de riesgo o estemos trabajando en contacto con personas infectadas. Tal vez no tengamos trabajo, o las relaciones en familia durante el aislamiento social son intolerables. Tal vez hayamos perdido seres queridos y esta noticia nos ha dejado devastados. Tal vez el terror nos agobia.


Este salmo ha sido muy terapéutico para mí en momentos de angustia. Por esta razón, igual que el salmista convoca a Israel a poner su esperanza en el Señor ahora y siempre, deseo que ustedes puedan experimentar esto también. Por esa razón, los invito a escuchar alguna música instrumental que puedan tener a su alcance y, mientras lo hacen, puedan imaginarse y sentirse como bebés en los brazos tiernos y fuertes de Dios.


Dejen que su amor los cobije, los acaricie, los consuele, traiga paz a su mente y corazón. Y

así, en sus brazos, puedan sentirse plenamente confiados para enfrentar lo que pase, para vivir lo que esté por venir. Desde ese lugar, la realidad, por más difícil que sea, será percibida en su exacta y correcta perspectiva.

 


Nelly Pérez

Nelly Alicia Pérez es trabajadora social y continua estudios en el Moore Theological Collage. Es coordinadora y facilitadora de Langham Predicación Argentina. Ha publicado guías y manuales de estudio bíblico. Colabora en campamentos y grupos juveniles. Recientemente comparte reflexiones bíblicas en el podcast Micromensajes para la vida.

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