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Entrevista a John Stott


John Stott, fundador de la Sociedad Langham.
Esta foto del reverendo John Stott pertenece a BlueMoses.

Entrevistador: En su opinión ¿cuál es la situación de la predicación actual?


John Stott: Lamentable, paupérrima... Me explico. Comienzo por decir que soy un creyente convencido de la importancia de la predicación.

En la actualidad, muchos la consideran una forma de comunicación anticuada, algo así como “el eco de un pasado abandonado”: ¿quién quiere hoy escuchar sermones cuando

las personas están abstraídas, casi “embobadas” por lo que las pantallas generan en

ellas? La gente está cansada de las palabras, no cree en la autoridad de la Palabra y no quiere escuchar sermones. Pero creo que es posible volver a recuperar el sermón como una auténtica forma de comunicación. Hay algo único y singular en el hecho de que sea una persona viva la que habla a una comunidad viva; y uno espera que el predicador sea

un portavoz lleno del Espíritu frente una iglesia llena del Espíritu.

En la predicación se da una especie de química: hay algo que sucede en la comunicación personal que no pasa frente a la pantalla. Por eso, hay algo singular y único en la predicación y debemos recuperarlo.


E.: ¿Qué es la predicación bíblica?


J. S.: La predicación bíblica es aquella que se centra en un texto bíblico –puede ser una unidad de contenido de un párrafo o un capítulo entero de la Biblia- y lo expone. No necesariamente es una presentación extensa.El sermón debería centrarse en la Biblia y ser

una exposición bíblica. El predicador debería tomar un párrafo bíblico y trabajarlo.

La razón por la cual la predicación bíblica es tan importante es que la exposición de la Palabra de Dios es lo que tiene que llegar al pueblo de Dios: es la Palabra de Dios la que tiene que desafiar al pueblo de Dios y que hace madurar al pueblo de Dios.

Como dijo Jesús, el ser humano no vive solo del pan sino también de la Palabra que sale de la boca de Dios. Y esto que sucede con las personas también sucede con las iglesias: las iglesias viven, crecen y florecen por la Palabra de Dios, y languidecen y mueren sin esa Palabra.Como predicadores, tenemos que llevar la Palabra al pueblo de Dios para que el pueblo de Dios madure en Cristo.

"Soy un creyente convencido de la importancia de la predicación".

E.: ¿Por qué la predicación bíblica es tan poco común hoy? ¿Por qué los predicadores no hacen esto, o sea, no exponen la Palabra de Dios?


J. S.: En parte, por la pereza. No hay una forma de predicación tan exigente –en cuanto

a tiempo y energía- como la exposición pública de la Biblia. El predicador debe “luchar” con cada texto hasta que esté seguro que lo ha entendido, y luego tiene que seguir lidiando con la aplicación del texto al mundo moderno. La predicación es relacionar el texto antiguo con el mundo moderno: esto significa estudiar las dos orillas del río –con sus diferencias culturales- lo que implica una gran exigencia, a veces, muy agotadora.

También en parte, por las múltiples ocupaciones de los pastores y predicadores. Los

pastores somos personas muy ocupadas que más de una vez debemos dejar cosas de lado, dejar cosas sin hacer. Y lo primero que postergamos es el estudio necesario para predicar bíblicamente.


"La razón por la cual la predicación bíblica es tan importante es que la eposición de la Palabra de Dios es lo que tiene que llegar al pueblo de Dios. Es la Palabra de Dios la que tiene que desafiar al pueblo de Dios y que hacer madurar al pueblo de Dios".

E.: ¿Cómo mejorar la exposición de la Palabra de Dios?


J. S.: Lo primero que los predicadores necesitamos es estar convencidos de la necesidad de la exposición bíblica, del poder y la relevancia de la Palabra de Dios.Eso nos va a motivar.Lo segundo: debemos dedicarle tiempo al estudio de la Palabra de Dios. No es posible ser un expositor bíblico si se mezquina el tiempo.

Una vez elegido el texto bíblico a predicar hay que leerlo, releerlo y volver a leerlo tantas veces como sea necesario, meditarlo y estudiarlo hasta saber exactamente qué significa y qué nos dice.

Primero nos preguntamos por el significado del texto. Éste no cambia con el paso del tiempo, ya que el significado de un texto bíblico está establecido por su autor. Luego de esto nos preguntamos por lo que el texto nos dice a nosotros, y así pasamos del significado al mensaje. En esta etapa pensamos en el auditorio, o sea, en la congregación o grupo a quien va dirigido el mensaje: ¿son parejas jóvenes? ¿son personas mayores jubiladas? ¿cómo son los que nos van a escuchar? Debemos tratar de imaginar y visualizar quiénes son estas personas para relacionar lo que el texto significa con lo que el texto nos dice, o sea, relacionar el significado antiguo con el significado moderno del texto.

La predicación es relacionar el texto antiguo con el mundo moderno.

E.: ¿Cómo se elige un texto bíblico para predicarlo?


J. S.: Hay distintas formas. Para mí, la más apropiada es tomar un libro entero de la Biblia –como por ejemplo, la Epístola a los Filipenses, el libro de Jonás, etc.- para dedicarle tantas

predicaciones como sean necesarias hasta completarlo. Así tenemos entonces el texto

dado para, por ejemplo, veinte domingos seguidos. Otra forma saludable de encarar la elección del texto es tomar un bloque de pasajes que tienen una unidad –como por ejemplo, el Sermón del monte, o el discurso del Aposento alto, etc.-, o bien tomar un bloque referido a cierta época litúrgica del año –como por ejemplo semana santa, ascensión del Señor, navidad, pentecostés, etc.-.Una tercera forma es escoger el texto bíblico en función de nuestras experiencias, cuando Dios nos habla en nuestras circunstancias ordinarias de vida –como por ejemplo, durante un viaje en colectivo, en nuestro devocional, cuando alguien hace un comentario sobre la realidad, en los sueños, etc.-. Hay ideas que surgen, hay destellos momentáneos de inspiración que hay que dejar fluir y aprovecharlos porque Dios nos está hablando: es tiempo de anotar esas ideas, grabarlas o escribirlas y luego darle forma en el sermón.


"Las iglesias viven, crecen y florecen por la Palabra de Dios, y languidecen y mueren si esa Palabra".

Traducción: Patricia Groeting. Edición: Ana Bustos, Wilfredo Weigandt.

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