Queridos amigos,
Estas han sido semanas sin precedentes para el mundo mientras el coronavirus sigue esparciéndose con mayor rapidez que nunca, trayendo sufrimiento e incertidumbre. En este boletín, Benji Stephen, un pastor en Bangalore quien también trabaja junto a Paul Windsor como Asistente personal, nos lleva a una historia familiar:
Mientras escribo esto desde Bangalore, India, noto que lo único que unió al mundo los últimos meses fue la lucha contra el COVID-19. A pesar que cada país tiene su forma de manejar la crisis, todos lo están afrontando – sin importar el continente, país, lenguaje, raza o color que tengamos. La otra batalla que está sucediendo en varios niveles del mundo a causa de la pandemia es la lucha para salvar nuestras economías. Muchos trabajos se han perdido, salarios han sido cortados y negocios han cerrado, afectando a individuos y familias.
Como Pastor, servir a mi congregación durante la cuarentena en India ha sido difícil. Un pastoreo remoto nunca es fácil de hacer. Entonces, como parte de mi ministerio pastoral con mi congregación, estuve mandando unas cápsulas de las Escrituras los martes y viernes – como este fragmento familiar de 1 Reyes:
“—Tan cierto como que vive el Señor tu Dios —respondió ella—, no me queda ni un pedazo de pan; solo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en el jarro. Precisamente estaba recogiendo unos leños para llevármelos a casa y hacer una comida para mi hijo y para mí. ¡Será nuestra última comida antes de morirnos de hambre!
—No temas —le dijo Elías—. Vuelve a casa y haz lo que pensabas hacer. Pero antes prepárame un panecillo con lo que tienes, y tráemelo; luego haz algo para ti y para tu hijo. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: “No se agotará la harina de la tinaja ni se acabará el aceite del jarro, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra”. (1 Reyes 17.12-14)
Era un tiempo de hambruna, con la viuda de Sarepta y Elías enfocados en sobrevivir. Dios le dice a Elías que vaya a la viuda y reciba comida, no solo para un día, si no por días. La viuda tenía alimento, mientras que Elías tenía la Palabra de Dios. Ellos pudieron beneficiarse el uno del otro, mientras que Dios les mostraba que Él es el máximo redentor de ambos.
Sabemos que la mano del Señor no se acorta durante la crisis. Como una iglesia pequeña nos hemos involucrado en brindar alimentos a muchas familias e individuos durante la cuarentena. Nuestra gente ofreció un apoyo increíble. Puede que, durante estos tiempos, esto se requiera de cada uno de nosotros: compartir el alimento, extender una mano, con alguien con una necesidad mayor a la nuestra. Nuestros recursos pueden parecer solo capaces de suplir solo nuestras necesidades cuando alguien toca la puerta. Los hijos de Dios son sostenidos por una “jarra” y un “tarro” hecha por humanos, pero Él mantiene su suministro para que podamos compartirlo con los demás. Que el Señor nos lleve a afirmar su capacidad para mantener la 'jarra' y el 'tarro' llenos mientras ve la mejor manera de satisfacer nuestras necesidades y la de aquellos que Él nos trae.
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